Rocío Blanco (UPAD): «La inteligencia emocional nos impulsa hacia el éxito»

Hablamos con la psicóloga madrileña para conocer a fondo este concepto.

Rocío Blanco UPAD

Uno de los conceptos más en boga en el campo de la Psicología es el de Inteligencia Emocional. Uno de los pioneros en este nuevo paradigma es el investigador Daniel Goleman, que causó un gran revuelo a nivel mundial con su obra de divulgación.

Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la inteligencia emocional? Para responder a esto cabe hacer una breve contextualización.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Después de décadas en que se hablaba de inteligencia para hacer referencia a las habilidades lógico-matemáticas y lingüísticas de una persona, los investigadores se fueron dando cuenta de que esta era una visión limitada y pobre sobre el concepto de inteligencia. Debía haber otros elementos a ser considerados y que, además, fueran realmente útiles a la hora de explicar cómo un individuo es capaz de adaptarse a su realidad.

Aquí entra el concepto de inteligencia emocional. Este tipo de inteligencia aborda la dimensión social e introspectiva del ser humano, elementos básicos a la hora de dilucidar por qué ciertas personas son capaces de desenvolverse más y mejor en una sociedad avanzada.

Entrevista a Rocío Blanco, psicóloga en UPAD Psicología y Coaching

Para profundizar en el aspecto más práctico de la inteligencia emocional hemos tenido el placer de conversar con Rocío Blanco.

Rocío es psicóloga deportiva y clínica del centro madrileño UPAD, por lo que su experiencia en estos dos campos es clave para comprender cómo usar la inteligencia emocional como herramienta para conseguir ciertos objetivos, ya sean profesionales o en nuestra salud emocional.

Bertrand Regader: ¿Cómo definirías la Inteligencia Emocional?

Rocío Blanco: La inteligencia emocional es la capacidad de percibir, entender y manejar nuestras emociones, así como, reconocer las emociones de los demás.

El desarrollo de esta habilidad nos permite actuar adecuadamente ante diferentes situaciones, resolver conflictos de manera satisfactoria, elaborar y poner en marcha soluciones, interactuar positivamente con los demás y comunicarnos eficazmente.

Cuando se habla sobre facetas de la inteligencia que se alejan de las habilidades verbales y del razonamiento lógico-matemático, muchas veces se asume que no son productivas en el ámbito laboral. ¿Es posible hacer madurar proyectos a largo plazo sin contar con el apoyo de una Inteligencia Emocional bien desarrollada?

Claramente no. Daniel Goleman, genio en el estudio de la inteligencia emocional afirma “en el mejor de los casos, el coeficiente intelectual parece aportar tan sólo un 20% de los factores determinantes del éxito”, a partir de esto, podemos intuir la necesidad de su presencia en un entorno laboral caracterizado por la globalización y competitividad entre empresas.

La consecución de un proyecto laboral conlleva la implicación de distintos procesos cognitivos y emocionales. El desarrollo de la inteligencia emocional supone gestionar el estrés vinculado al trabajo, tomar decisiones correctas, solucionar conflictos, aprender de los propios errores, cooperar con los demás y ser capaz de escuchar, reflexionar y responder de manera constructiva; siendo todo esto, la clave que asegura el éxito de dicho proyecto.

¿En qué ámbitos de la vida se nota más la influencia de este tipo de inteligencia?

Me atrevería a decir que en todos. Somos seres sociales y necesitamos de la interacción y convivencia con los demás para nuestra educación y desarrollo en todas las etapas de nuestra vida y contextos vitales que van apareciendo en ellas.

Aprender a manejar nuestras emociones y comprender las de los demás nos abre un abanico de experiencias, personales y sociales, a las que exponernos y desenvolvernos de la manera más evolutiva y sana para conseguir nuestros objetivos. Las personas emocionalmente inteligentes muestran más habilidades sociales y esto, es un factor fundamental que les ayudará en su ámbito personal, educativo, social, familiar, sentimental y laboral.

Tras los hechos tan desagradables que nos acontecen en la actualidad, pondría especial hincapié en el papel que juega en la niñez y en el acoso escolar.

Las emociones van apareciendo a medida que vamos creciendo, están programadas biológicamente. A partir del desarrollo cognitivo, los niños se dan cuenta de sus propias emociones y las de los demás y en torno a los 4 años, empiezan a ser conscientes de que sentimos de manera diferente, empiezan a empatizar. La Inteligencia Emocional tiene un papel determinante, dado que en muchas ocasiones, las agresiones ocurren por una mala gestión de las emociones.

Si enseñamos a los niños a manejar y canalizar la frustración, el enfado, la ira, la rabia y les educamos en empatizar e identificar las emociones de los demás, podemos evitar que consideren la agresividad como la única una solución frente a sus compañeros.

El sistema educativo es criticado frecuentemente por no involucrar tareas diseñadas para trabajar la Inteligencia Emocional. ¿Es tarea de la escuela potenciar el desarrollo de estas competencias?

Por supuesto, igual que la educación en casa. La escuela es el escenario perfecto para el aprendizaje de conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para entender, expresar y manejar apropiadamente los fenómenos emocionales.

La empatía, la motivación, la responsabilidad, el autocontrol y la asertividad son habilidades que se empiezan a desarrollar en edades tempranas. Si invertimos en el fomento de dichas habilidades desde en el inicio, aumentamos la probabilidad de éxito, crecimiento y bienestar de la persona en su interacción con las distintas áreas de su vida.

¿Cómo puede afectar en el desarrollo de trastornos mentales una falta de Inteligencia Emocional?

Se ha comprobado que un nivel bajo de inteligencia emocional tiene efectos negativos en el desarrollo emocional de la persona, entre los cuales, destaca un déficit en la capacidad de afrontamiento, en el control de las emociones y en la generación de apoyos sociales.

Constituyendo dicho déficit, un factor de vulnerabilidad para desarrollar patologías como la ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria y trastornos en el control de impulsos.

¿Y cómo pueden los psicólogos ayudar a sus pacientes y clientes a ejercer esta forma de inteligencia ligada a las emociones?

Nuestro papel radica principalmente en dotar a las personas de herramientas que les permitan alcanzar el máximo bienestar en su vida. Enseñarles a interpretar la realidad de manera adaptativa, racional y realista, a comportarse de manera congruente y evolutiva e identificar y manejar sus emociones, es la clave de nuestro trabajo.

Respecto a la inteligencia emocional, dichas herramientas van encaminadas a la formación de cuatro pilares fundamentales para su desarrollo:

  • La conciencia de sus emociones: se trata de enseñar a la persona a autoobservarse para aprender a identificar qué es lo que siente y ponerle nombre. De esta manera podrá reconocer sus estados emocionales y su origen.
  • Manejo de sus emociones: enseñar a controlar las emociones y que no sean éstas las que nos controlen a nosotros y al mismo tiempo, a expresarlas o inhibirlas adecuadamente a través de técnicas fisiológicas, cognitivas y conductuales.
  • Desarrollar la empatía: aprender a identificar las propias emociones, te permite reconocer y entender la de los demás. Razonar sobre cómo otros pueden sentirse con sus motivos y circunstancias, aprender a escuchar, a recoger la información emocional recibida y devolver dicha información con una respuesta de acompañamiento, son estrategias para fomentar la capacidad de empatía.
  • Importancia de las habilidades sociales: se trata de proporcionar estrategias de comunicación y técnicas de resolución de conflictos, que permitan a la persona relacionarse eficaz y saludablemente con los demás, fomentando de esta forma, la autoestima y crecimiento personal.
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