Lobotomía: ¿en qué consiste esta operación y por qué se practicaba?

Esta práctica quirúrgica sería impensable hoy en día, afortunadamente.

Lobotomía

¿Qué es la lobotomía? Este término, que a veces se usa de manera indistinta con la palabra “leucotomía”, fue una práctica psiquiátrica realizada de manera masiva en muchos países a lo largo del mundo entre los años 30 y los años 80 del siglo XX.

En este artículo veremos en qué consiste, cuáles eran sus efectos, y por qué ya no se realiza.

¿Qué es la lobotomía?

Los orígenes de la lobotomía, o al menos su precedente, lo encontramos en la Portugal de los años 30 de la mano de António Caetano de Abreu Freire Egas Moniz (simplificado normalmente como António Egas Moniz), neurocirujano y uno de los discípulos del famoso neurólogo español Santiago Ramón y Cajal.

En aquella época las herramientas de las que disponía la psiquiatría eran muy limitadas, y por eso existían muchos casos en los que fallaban todos los tratamientos de tipo médico para intervenir en pacientes del contexto psiquiátrico. En concreto, a António le preocupaban los pacientes con trastornos psiquiátricos graves que ni siquiera parecían mejorar mínimamente a la terapia electroconvulsiva (algo normal, teniendo en cuenta en qué consistía esta intervención por aquella época).

Para dar una respuesta a esta clase de problemas severos de tipo psiquiátrico (o, al menos, a fenómenos psicológicos considerados en aquella época como un problema de tipo médico), António creó un procedimiento llamado leucotomía, cuyo nombre nos da pistas de en qué consistía: leuco significa “blanco”, y “tomía”, corte.

Es decir, que la propuesta de este cirujano consistía en cortar determinadas zonas de materia blanca del cerebro, compuesta por axones, prolongaciones de las neuronas que van a parar a otras células nerviosas para interactuar con ellas.

¿Para qué servía?

El objetivo de la leucotomía era romper las áreas de conexión que existen entre dos áreas del cerebro: el lóbulo frontal y el tálamo.

La idea era evitar que las partes del cerebro que supuestamente impulsan los procesos mentales ligados a la emoción no interfirieran en aquellas zonas del encéfalo encargadas de llevar a cabo el pensamiento racional y la capacidad de pensar y de actuar con sentido.

Este procedimiento fue diseñado por António Egaz y llevado a la práctica por su colega Almeida Lima, dado que António sufría de ciertas malformaciones en las manos que no le permitían realizar los movimientos correspondientes con la precisión necesaria. En cualquier caso, Egas era quien dictaba qué hacer y quien fijaba los objetivos.

El paso de la leucotomía a la lobotomía

Tras realizar la primera veintena de intervenciones estrenando el método de la leucotomía, António Egas llegó a la conclusión de que era eficaz, pues según sus observaciones alrededor del 70% de los pacientes que se sometieron a esta práctica, los cuales presentaban alteraciones como la esquizofrenia, la depresión severa o trastornos del control de impulsos, mejoraron o directamente se curaron.

Esta respuesta al tratamiento no tenía precedentes en el mundo de la psiquiatría, cuyas medidas eran muy poco eficaces y cuando funcionaban normalmente solo lo hacían de manera muy transitoria.

La popularidad de la leucotomía se extendió rápidamente, y de hecho le dio tanta fama a António que en el año 1949 ganó el Premio Nobel en Medicina.

Inspirado por el trabajo de António Egas, en neurólogo estadounidense Walter Freeman decidió a mediados de los años 30 seguir investigando sobre esta clase de procedimientos quirúrgicos, que por aquel entonces apenas empezaban a ser puestos a prueba empíricamente. Sin embargo, modificó un poco el procedimiento, y junto al neurocirujano James Watts, quien llevaría a cabo las operaciones (Freeman no tenía permitido operar directamente), creó la lobotomía.

¿En qué consistía la diferencia entre la leucotomía y la lobotomía?

El hecho de que Freeman le diese un nombre diferente a su procedimiento responde sobre todo a criterios relacionados con el marketing, para poder ofrecer un servicio propio y original diferenciado del de Egas.

A pesar de ello, es cierto que las técnicas que utilizó freeman fueron algo distintas. Primero realizó intervenciones que recibieron el nombre de lobotomía prefrontal, y consistían en taladrar un agujero ante cada lóbulo frontal (es decir, dos agujeros en la frente) para deslizar por allí un instrumento alargado y puntiagudo y romper determinadas áreas de materia gris y materia blanca en la parte anterior del cerebro. Tras valorar los primeros casos realizados en pacientes, este investigador concluyó que la lobotomía era eficaz y hacía mejorar a aproximadamente el 60% de las personas que se sometían a esta práctica quirúrgica.

Un tiempo más tarde, en los años 40, Freeman decidió desarrollar un “método mejorado” y más eficiente, llamado lobotomía transorbital, en el que en vez de taladrar agujeros en la frente se deslizaba el instrumento puntiagudo entre el párpado superior y el ojo, para acceder al cerebro por las cuencas oculares.

Una de las ventajas de este segundo método era, según Freeman, que era más rápido, no requería anestesia general, y no dejaba cicatrices visibles. Sin embargo, James Watts se opuso a este tipo de intervención, y decidió romper cualquier relación profesional con él.

Los efectos en los pacientes

Tal y como hemos visto, tanto en el caso de la leucotomía de António Egas como en el de la lobotomía de Walter Freeman, ambos médicos llegaron a la conclusión de que la mayoría de los pacientes se mostraban más felices y satisfechos tras pasar por el quirófano. Sin embargo, el paso del tiempo hizo que pasada la euforia de los primeros años, la lobotomía cada vez ganase peor imagen.

El motivo es que no se había realizado una investigación científica coherente y que siguiese la evolución de los pacientes semanas, meses o años después de haber sido lobotomizados, y la experiencia mostró que en muchos casos surgían efectos adversos a largo plazo (que se añadían a aquellos en los que desde el primer momento se manifestaban complicaciones o directamente se producía la muerte de quienes eran operados).

De hecho, Rosemary Kennedy, la hermana de John F. Kennedy, quedó incapacitada de manera permanente tras acudir a Freeman, y pasó el resto de su vida internada en un hospital psiquiátrico.

Además, si bien al principio la lobotomía era practicada solo en pacientes psiquiátricos graves, cada vez se popularizó más tratar prácticamente cualquier problema comportamental con este método, de manera que muchísima gente se sometió a este procedimiento. Esto hizo que surgieran muchos escándalos por los problemas derivados de las lesiones.

El hecho de que no se conocieran bien las partes del cerebro que quedaban lesionadas, ni se tuvieran en cuenta las diferencias individuales entre el funcionamiento del encéfalo de los pacientes, sumados a muchas otras negligencias llevaron al concepto de “lobotomía” a ser relacionado con los experimentos médicos siniestros que terminaban con pacientes comportándose de un modo similar a los “zombies”, según la opinión popular.

Más allá del sensacionalismo, es cierto que muchos pacientes quedaban en un estado de aplanamiento afectivo y pasividad total, o incluso a veces en un estado prácticamente vegetal, mientras que en otros terminaban muriendo a causa de las heridas sufridas o sufrían desórdenes neurológicos que antes no tenían.

La neurocirugía, hoy

Actualmente la lobotomía no es practicada, y de hecho practicarla supondría en la mayoría de ordenamientos jurídicos de los países occidentales una ilegalidad grave.

Los métodos actuales usados en neurocirugía son mucho más sofisticados y se fundamentan en la más rigurosa investigación científica, de manera que no son puestos al alcance del público si no se ha comprobado que son seguros y ofrecen beneficios que compensan sus riesgos.

Referencias bibliográficas

  • Cosgrove, G. Rees; Rauch, Scott L. (1995). "Psychosurgery" Neurosurg. Clin. N. Am.
  • Steck, A.J. (2010). Milestones in the development of neurology and psychiatry in Europe. Schweizer Archiv für Neurologie und Psychiatrie. 161(3):85 - 9.
  • Tierney, A.J. (2000). Egas Moniz and the Origins of Psychosurgery: A Review Commemorating the 50th Anniversary of Moniz's Nobel Prize. Journal of the History of the Neurosciences;9(1):22 - 36.
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