¿A qué adicciones están más expuestos los adolescentes?

Exploramos las adicciones con sustancia y sin sustancia más comunes en la adolescencia.

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Actualmente, existen multitud de sustancias y conductas que pueden considerarse adictivas al alcance de los menores. De hecho, el miedo a que los adolescentes generen adicciones es bastante común entre las familias y entornos de los menores. No es extraño observar campañas publicitarias en la televisión, centros de salud, e incluso entornos escolares con el objetivo de informar a los menores sobre los riesgos de las adicciones. Todo ello con el fin de disuadir del posible uso, abuso, mal uso, o adicción propiamente dicha mediante el miedo a las consecuencias negativas.

Como sociedad debemos conocer cuáles son las principales fuentes de adicción en la actualidad para los adolescentes. De esta forma podemos prevenir el acceso a dichas fuentes, o limitarlo para que se haga un uso razonable. Una idea clave en este sentido es que cada país y lugar puede tener a su alcance diferentes fuentes de adicción. A continuación, mencionaremos a qué adicciones están más expuestos los adolescentes en la cultura occidental. Pero, antes debemos tener en cuenta qué es una adicción y cómo detectarla.

¿Qué es una adicción y cómo detectarla?

La adicción es una enfermedad física y mental que afecta al comportamiento, pensamiento, emociones y biología de una persona, y le crea la incapacidad para controlar su conducta. En concreto, produce un intenso deseo hacia una sustancia o conducta adictiva determinada. Las personas con adicción invierten una gran cantidad de tiempo, esfuerzo, y dinero para saciar el deseo. De hecho, cuando una adicción está plenamente instaurada se puede llegar a incumplir deberes fundamentales a nivel laboral, académico o familiar a causa del descontrol impulsado por el deseo. La imposibilidad de consumir genera un malestar físico, emocional y psicológico, comúnmente conocido como “el mono” o síndrome de abstinencia.

Los aspectos comentados conforman posibles indicios de una persona con adicción. Sin embargo, debemos tener en cuenta que únicamente un/a profesional de la salud mental puede diagnosticar esta enfermedad, ya que es quien cuenta con la formación y experiencia necesaria para hacerlo. Podemos distinguir dos tipos de adicciones según la fuente: con sustancia y sin sustancia. Estas últimas son aquellas en las que es una conducta concreta la que genera la adicción (apostar, comprar, tener sexo…). Habitualmente, es más sencillo detectar las adicciones cuando la fuente es una sustancia plenamente reconocida, pero existen multitud de adicciones sin sustancia que generan más dificultades a la hora de ser detectadas.

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Adicciones sin sustancia más comunes en la adolescencia

En ausencia de una sustancia observable, es muy difícil para el entorno de los adolescentes y para ellos mismos darse cuenta del riesgo que conllevan ciertas conductas. Además, las propias características de la adolescencia en sí hacen más propensos a los menores a desarrollar adicciones. El cerebro de los adolescentes sigue formándose, es por ello que suelen ser muy impulsivos y perder el control de sus acciones. Además, la necesidad psicológica de autonomía los lleva a apoyarse en sus amistades, dejando de lado a la familia temporalmente, y dificultando más la detección temprana de adicciones. Entre las principales adicciones sin sustancia encontramos las siguientes.

El fácil acceso de los adolescentes a dispositivos electrónicos, así como las propiedades de los videojuegos y redes sociales hacen que sea un factor de riesgo considerable. Los famosos “reels” de Instagram o Tiktok son altamente adictivos, ya que atrapan la atención y satisfacen fácilmente debido a su variedad e inmediatez. Además, desde dichos dispositivos, los adolescentes tienen acceso a pornografía de manera instantánea y sencilla, siendo estas webs visitadas por niños y jóvenes muy frecuentemente. La adicción a la pornografía es un problema social que debemos atajar.

Por último, debemos mencionar a los videojuegos. Su componente altamente lúdico y la evasión de la realidad momentánea constituyen los pilares por los que son una de las principales causas de adicción. La ludopatía es el único trastorno de adicción sin sustancia reconocido por el DSM-5. Según nuestras leyes los menores de 18 años no deberían tener acceso a casas de apuestas, pero este acceso temprano es posible gracias a los dispositivos electrónicos de nuevo. Esto conlleva que la edad de inicio de esta adicción sea pronto y con peor pronóstico. Además, algunos videojuegos cuentan con “micropagos” y componentes de juegos de azar que son altamente adictivos.

En la adolescencia tiene lugar el mayor despertar sexual. La novedad, la propia gratificación del acto y el descubrimiento continuo son factores que hacen del sexo una actividad altamente placentera. No es altamente frecuente, pero sí que algunas noticias apuntan a que actualmente hay adolescentes con adicción al mismo.

Por último, muchos adolescentes hacen del deporte una adicción al centrar toda su vida en ello, tanto a nivel de alto rendimiento, como a nivel “amateur”. Actualmente, la vigorexia (obsesión por la propia imagen corporal) es considerada por algunos autores una adicción, cuyo origen radica en las redes sociales, ya que fomentan la idealización del cuerpo de ambos géneros a través de imágenes recurrentes de cuerpos perfectos e irreales.

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Adicciones con sustancia más comunes en la adolescencia

Entre las sustancias adictivas más usadas por adolescentes encontramos: alcohol (70,5%), tabaco (30,7%), cannabis (22,2%) e hipnótico-sedantes sin receta (7,2%). Estas estadísticas varían en función del estudio que se consulta, pero el orden de las sustancias sí permanece intacto. En la adolescencia se sufre gran presión social hacia el consumo de alcohol. Droga que además está bien vista a nivel social y es aceptada, por lo que la percepción de los adolescentes del riesgo hacia el consumo de alcohol es mínima. Con el tabaco y cannabis ocurre igual, no son percibidas como drogas “duras” o igual de peligrosas como el éxtasis o la cocaína.

Es preocupante a su vez el incremento lento, pero constante del uso de hipnótico-sedantes con y sin receta. Uno de los más famosos es el Diazepam, un fármaco de cabecera cuando un menor acude a atención primaria con un problema de ansiedad. A este respecto, quizás sería más interesante cuestionarse por qué un adolescente tiene ansiedad y atajar la raíz. Además, las anfetaminas (parte del tratamiento farmacológico para menores diagnosticados con TDAH) son comúnmente recetadas, incluso a sabiendas de la cantidad de efectos secundarios que generan. Por ello, animamos a ser críticos con a qué sustancias exponemos a los adolescentes los propios profesionales de la salud.

Existen cada vez más casos de adicción a la comida “basura” y bebidas energéticas, cuyas bases son el azúcar. Debemos tener en cuenta que estas sustancias también alteran la química cerebral, fomentando que actúe el circuito de refuerzo. Resumidamente, el azúcar hace que el cerebro pida más, y es fácil que manteniendo este consumo a lo largo del tiempo se convierta en una adicción.

Últimas recomendaciones

Hemos comprobado que existen muchas conductas, así como sustancias que pueden generar adicción en los adolescentes. Por ello, queremos mandar un mensaje de calma. Tenemos que distinguir un consumo esporádico (por ejemplo, de alcohol, azúcar, videojuegos, etc.) de un problema de adicción. Para prevenir las adicciones, es clave establecer límites y equilibrar el tiempo en línea y la vida real de los adolescentes. Únicamente a través de estos límites y de la información de calidad podemos prevenir la adicción a los dispositivos móviles. Si se habla de estos temas con naturalidad en vez de como tabúes, los adolescentes podrán estar más informados de los peligros que acarrean el consumo de sustancias y ciertas conductas al ser llevadas a cabo sin medida.

Si tenéis sospechas que tanto vosotros/as o un familiar en edad adolescente pudiera tener una adicción, lo mejor es abordar el tema desde la comunicación transparente, empática, y sin juzgar. Preguntar antes de suponer es la máxima que hay que seguir. Por último, siempre podéis contar con la ayuda de una persona profesional de la salud mental para tratar este problema, tanto a la hora de detectarlo como a la hora de solucionarlo. Sabrán ayudaros y apoyaros durante todo el proceso.

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